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Querida Lourdes, querido Santiago: infinitas gracias por vuestra infinita bondad, vuestra infinita generosidad y vuestra infinita paciencia conmigo, que hoy sé más que nunca que no merecía. Siempre imaginé que la próxima vez que os escribiera, ya muy próxima, sería para daros la alegría de que había terminado el último capítulo del libro y con él todo el libro, nunca de esta otra forma. Jamás me perdonaré no haberlo terminado a tiempo, y solo espero que, cuando lo haga, el homenaje a Joaquín Amigo sea también un homenaje a vosotros, siempre pequeño para el que merecéis. Ojalá que el paso de todos por la vida fuera como el vuestro, haciéndola siempre mejor. Infinitas gracias por todo y el gran abrazo de siempre.
Eduardo Quesada Dorador