No me acostumbro a pasear por Jola sabiendo que, nunca más, tu silueta y la mía, proyectandose sobre las orillas que abrazan los caminos junto a la Rivera, volverán a sombrear las zarzas que los limitan. Echo mucho de menos esas paradas en nuestro deambular, anuncio de una de aquellas frases magistrales con las que me regalabas, preñadas siempre de serenidad y sabiduría, y que hilabas con virtuosismo de alfayate conformando con ellas un tratado de sabios consejos. No sabes cómo te echo de menos, querido amigo, siempre noble, leal y generoso.
Un comentario
No me acostumbro a pasear por Jola sabiendo que, nunca más, tu silueta y la mía, proyectandose sobre las orillas que abrazan los caminos junto a la Rivera, volverán a sombrear las zarzas que los limitan. Echo mucho de menos esas paradas en nuestro deambular, anuncio de una de aquellas frases magistrales con las que me regalabas, preñadas siempre de serenidad y sabiduría, y que hilabas con virtuosismo de alfayate conformando con ellas un tratado de sabios consejos. No sabes cómo te echo de menos, querido amigo, siempre noble, leal y generoso.