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Un comentario
Fue mi profesor de latín y con asombro me preguntó un día la más tremenda de las preguntas que jamás de hicieron en el Colegio (y creo que hasta la fecha): «pero vamos a ver, ¿es que tú no tienes una sola y mínima duda nunca acaso?» Nunca se me ha olvidado ni la pregunta, ni él. Y siempre nos acompañará su recuerdo a los que nos sentimos, más queridos aún que asustados, ante sus urgencias declinatorias de palabras, o conjugatorias de verbos, en las que te jugabas el cero así, como quien no quiere la cosa… Descanse por fin en paz Don Javier y sepa que no, que no tengo ninguna duda, ninguna, de que por fin como le dije en el Hospital Ruber Internacional cuando nos vimos, lo hará usted. Porque su corazón es de los que, sin duda, habría de estar indefectiblemente inquieto hasta que descansara en Él. Y ya lo hace por fin. Ya descansa usted en Dios. Desde esa confianza, ruegue por nosotros que aún caminamos, con dudas o sin ellas, por este Valle de lágrimas donde no nos falta la mano de Nuestra Madre a la que se agarró usted con fuerza hasta el último momento para que le acompañara al encuentro tan esperado con Dios. Sin dudas, don Javier, sin ninguna clase de dudas.